martes, 1 de agosto de 2017

La corresponsabilidad de los capitalinos

Los problemas de Bogotá, son problemas comunes en todas las ciudades. Lo que nos pasa a diario no es responsabilidad de una administración, es normal en una ciudad que día a día se ve obligada a reinventarse porque anualmente está recibiendo centenares de personas que llegan desde diferentes zonas de la geografía nacional (e internacional, si tenemos en cuenta a los venezolanos que están llegando a nuestra ciudad), con el espejismo de encontrar mejores condiciones de vida en la gran capital.

Bogotá es una ciudad donde todo sucede de manera vertiginosa sin respetar las condiciones de sus habitantes. Bien lo dijo Paul Auster: “Cuando vives en la ciudad, aprendes a no dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento o te das la vuelta para mirar otra cosa  y aquella que tenías adelante desaparece de repente…”
Entre los temas que se mueven diariamente y desafían la ciudad se encuentran la migración, la pobreza, la movilidad, la seguridad, el medio ambiente, la gobernanza, los servicios públicos, la pertenencia y, como lo dice el Plan de Desarrollo Local, la felicidad.
De ahí que urge la necesidad de repensar la ciudad, donde todos estemos comprometidos y empoderados de esta gran casa llamada Bogotá y dejemos de pensar que los males que la aquejan son culpa de los de izquierda o derecha y por ende competencia de sus gobernantes, como algo lejano que nada tiene que ver con cada uno de nosotros. Se equivocan quienes así piensen.
Bogotá, como todas las ciudades, está para sentirla y palpitar con ella, para percibirla con todos los sentidos y ¿por qué no? para soñarla y proponerla de una manera mejor.
Pero para eso tenemos que actuar, interviniendo espacios públicos, saliendo con nuestras mascotas, nuestros niños y abuelos a caminar los parques, preocupándonos por nuestro metro cuadrado, por nuestro vecino y nuestro barrio. También debemos rescatar los valores, la amabilidad, la delicadeza y la gentileza de antaño con la que fueron criados los abuelos. Hoy, Bogotá es de todos y no es de nadie. El desconocimiento por la ciudad y la inmersión de otras formas de vida han desaparecido silenciosamente la bondad típica del capitalino.
Por eso, el llamado en esta edición es a tomar el reto de actuar de manera decidida  en pro de la ciudad. A construir una agenda propositiva que permita a cada ciudadano entender la ciudad, comprender su diversidad, explorar su caos y de manera tranquila ayudarla a ser mejor ciudad. Es casi una obligación para los bogotanos, propios o adoptados, aprender a convivir con ella y en ella. No hay otra opción. Para soñarla y construirla de la mejor manera y para dejarle a las nuevas generaciones y a los nuevos “citadinos a la brava” un lugar amable donde habitar.
Empecemos por actuar en asuntos como  la sana convivencia. Concienticémonos de que las soluciones y los espacios públicos no son solamente  de la policía y administración. Revisemos cómo estamos contribuyendo como ciudadanos a mejorar nuestro entorno.
¿Saco la basura a tiempo? ¿Recojo las heces de mi mascota? ¿Contamino el medio ambiente? ¿Ocupo el espacio público? ¿Soy indiferente a lo que sucede en mi barrio?  
Nos quejamos diariamente de la difícil situación en la ciudad. Pero, ¿qué estamos haciendo nosotros para cambiarla?

A su conciencia queremos dejar el reto de repensar la ciudad, proponerla en positivo y en este sentido actuar. Manos a la obra.