La corresponsabilidad de los
capitalinos
Los problemas de Bogotá, son problemas comunes en todas las ciudades.
Lo que nos pasa a diario no es responsabilidad de una administración, es normal
en una ciudad que día a día se ve obligada a reinventarse porque anualmente
está recibiendo centenares de personas que llegan desde diferentes zonas de la
geografía nacional (e internacional, si tenemos en cuenta a los venezolanos que
están llegando a nuestra ciudad), con el espejismo de encontrar mejores condiciones
de vida en la gran capital.
Bogotá es una ciudad donde todo sucede de manera vertiginosa sin
respetar las condiciones de sus habitantes. Bien lo dijo Paul Auster: “Cuando vives en la ciudad, aprendes a no
dar nada por sentado. Cierras los ojos un momento o te das la vuelta para mirar
otra cosa y aquella que tenías adelante
desaparece de repente…”
Entre los temas que se mueven diariamente y desafían la ciudad se
encuentran la migración, la pobreza, la movilidad, la seguridad, el medio
ambiente, la gobernanza, los servicios públicos, la pertenencia y, como lo dice
el Plan de Desarrollo Local, la felicidad.
De ahí que urge la necesidad de repensar la ciudad, donde todos
estemos comprometidos y empoderados de esta gran casa llamada Bogotá y dejemos
de pensar que los males que la aquejan son culpa de los de izquierda o derecha
y por ende competencia de sus gobernantes, como algo lejano que nada tiene que
ver con cada uno de nosotros. Se equivocan quienes así piensen.
Bogotá, como todas las ciudades, está para sentirla y palpitar con
ella, para percibirla con todos los sentidos y ¿por qué no? para soñarla y
proponerla de una manera mejor.
Pero para eso tenemos que actuar, interviniendo espacios públicos,
saliendo con nuestras mascotas, nuestros niños y abuelos a caminar los parques,
preocupándonos por nuestro metro cuadrado, por nuestro vecino y nuestro barrio.
También debemos rescatar los valores, la amabilidad, la delicadeza y la
gentileza de antaño con la que fueron criados los abuelos. Hoy, Bogotá es de
todos y no es de nadie. El desconocimiento por la ciudad y la inmersión de
otras formas de vida han desaparecido silenciosamente la bondad típica del
capitalino.
Por eso, el llamado en esta edición es a tomar el reto de actuar de
manera decidida en pro de la ciudad. A
construir una agenda propositiva que permita a cada ciudadano entender la
ciudad, comprender su diversidad, explorar su caos y de manera tranquila
ayudarla a ser mejor ciudad. Es casi una obligación para los bogotanos, propios
o adoptados, aprender a convivir con ella y en ella. No hay otra opción. Para
soñarla y construirla de la mejor manera y para dejarle a las nuevas
generaciones y a los nuevos “citadinos a la brava” un lugar amable donde
habitar.
Empecemos por actuar en asuntos como la sana convivencia. Concienticémonos de que
las soluciones y los espacios públicos no son solamente de la policía y administración. Revisemos cómo
estamos contribuyendo como ciudadanos a mejorar nuestro entorno.
¿Saco la basura a tiempo? ¿Recojo las heces de mi mascota? ¿Contamino
el medio ambiente? ¿Ocupo el espacio público? ¿Soy indiferente a lo que sucede
en mi barrio?
Nos quejamos diariamente de la difícil situación en la ciudad. Pero, ¿qué
estamos haciendo nosotros para cambiarla?
A su conciencia queremos dejar el reto de repensar la ciudad,
proponerla en positivo y en este sentido actuar. Manos a la obra.