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viernes, 27 de noviembre de 2020

El Cedro, un barrio acorralado entre la perversidad y la negligencia

Para los residentes del barrio El Cedro no ha sido fácil habitar este pequeño territorio en el extremo occidental de Bogotá, bordeado por hermosos paisajes en los que confluyen la naturaleza y la metrópoli. Sin embargo, en honor al nombre de su barrio han demostrado ser muy resistentes a las adversidades que les presentan la perversidad de algunos mercaderes privados y la negligencia del Estado.

Desde 1995 cuando adquirieron los lotes, los habitantes del barrio El Cedro aprendieron a enfrentar las dispendiosas diligencias legales ante las entidades distritales, las autoridades locales y de policía. Recuerdan que por ser un desarrollo ilegal la Policía no les dejaba construir y pasaban cruentas incomodidades por la falta de servicios públicos. “Gastamos tiempo, esfuerzos y energía entre Planeación y otras entidades, sufrimos demasiada tensión entre la comunidad, pero logramos la legalización del barrio en 1998”. Dicen con la satisfacción del deber cumplido. También recuerdan cuando el vendedor de los lotes destinó un terreno de más de 5.000 metros cuadrados sobre la calle 69 entre carreras 122 A BIS y la ronda del Humedal Jaboque, para la recreación activa de las familias de los barrios El Cedro, Santa Librada, La Faena y circunvecinos. El lugar fue por años el campo abierto donde se recreaban los niños y la salida peatonal hacia el centro de Engativá. Allí, grandes y chicos soñaban con una sede de la Universidad Distrital o del SENA o un parque bien dotado para su recreación y la de los miles de jóvenes de Engativá pueblo. Aquel pueblo que en la década de los cincuenta fue absorbido por Bogotá, marginándolo de todos los beneficios de la gran capital, como si sus habitantes no tuvieran derechos. Aquel pueblo que en más de diez cuadras a la redonda no posee un parque, ni zonas verdes para el sano esparcimiento, la recreación y la salud mental de sus ciudadanos. El mismo que paga impuestos y elige a sus gobernantes, para ver con impotencia el tránsito de muchas administraciones cuyos presupuestos nunca alcanzan para suplir sus necesidades básicas.

Llegaron los problemas