En el corazón de la localidad se encuentra un joven barrio, testigo del desarrollo acelerado que vivió Bogotá en la década de los 90. Sus habitantes narran de manera espontánea su historia, con la que fueron tejiendo la identidad de un territorio que dejó de ser un espeso bosque para convertirse en el barrio Bosques de Mariana, bordeado por el humedal Jaboque en Engativá.
Al caminar por las amplias calles del barrio Bosques de Mariana se vive una mezcla de ciudad y de pueblo. El vaivén del transporte público y particular, el comercio creciente y el ambiente citadino se rompe con los saludos cariñosos de sus habitantes. Muchos se conocen entre sí hace décadas, han visto crecer sus hijos, han compartido esfuerzos para tener un barrio mejor. Y lo han logrado. Bosques de Mariana cuenta con agradables parques, diversos sitios de culto, varias opciones de colegios, acceso a vías principales de la ciudad y más hacia el occidente, con amaneceres y atardeceres únicos, por cuenta del humedal Jaboque. “Es muy gratificante despertar en la mañana con el canto de los pájaros o salir y tener al frente un espacio para pensar o meditar sin polución y sin ruido”, dice la joven líder Carolina León. Sin lugar a dudas, un barrio envidiable que pocos conocen entre calles 70 y 71ª y carreras 106ª a la 110ª, incrustado entre los barrios Plazuelas del Virrey, Villa Amalia y Villas del Dorado. Aunque empezó como un lugar alejado, sin vías de acceso, con pocos habitantes que compraban lotes para luego construir a su gusto y posibilidad, hoy es un barrio consolidado que alberga alrededor de 2.000 familias entre propietarios y arrendatarios. Ejemplo vivo de pujanza y trabajo comunitario.
Concierto de pájaros en la mañana y de sapos en la tarde
Luz Yolanda
Guerra junto con su familia, fue de las primeras en llegar al sector. Recuerda
que compraron el lote a unos señores de apellido Cuervo, en 2.600.000 pesos y a
dos plazos. El lote adquirido se ubicaba muy cerca del humedal Jaboque, que
para ese entonces estaba sin canalizar. Nosotros vivíamos en el barrio Garcés
Navas y recuerdo que acá había una hacienda, a donde veníamos por leche. Todo
este sector era un bosque muy espeso, por eso se bautizó Bosques de Mariana.
Fuimos de los primeros en construir la casa, nos reuníamos a disfrutar la
naturaleza y a jugar. “Cerca del humedal había lotes que alcanzaron a
construir, luego los tumbaron por orden del acueducto quien señalizó con
mojones” y así se despejó la ronda del humedal. Es una bendición vivir frente
al humedal, tenemos una vista hermosa, acá tengo concierto de pájaros en la
mañana y de sapos por la tarde y eso no lo tiene cualquiera. Además,
disfrutamos el paisaje adornado por garzas rojas, curíes, tinguas y demás
animales que habitan el humedal. Lástima que no lo cuidemos, hay gente que bota
basuras o traen los perros a hacer sus necesidades y nunca recogen.
José Dionisio Castillo Sánchez, recuerda que hace veinte años cuando llegó al lugar no había viviendas. “Todo eran potreros con cultivos de maíz, cebada, haba y fríjol. Después comenzaron las urbanizaciones, llegaron los que compraban terrenos para lotear y empezaron por el sector cerca al Jaboque”. Mi lote fue comprado en 1993 en 3.025.000 y me lo dieron a plazos. Todos son de 6 x 12 mts. En ese tiempo decían que la Aerocivil no dejaba construir alto, pero hoy no se consigue una casa, todos son edificios de 3 y hasta 5 pisos. “Cuando llegamos no había servicios, ni calles pavimentadas. El agua la recibíamos por medio de una manguera y cuando se oficializó la Junta de Acción Comunal en 1995, se empezó a hacer la gestión para los servicios públicos. Los niños jugaban por las calles y en los potreros, no había carros, tampoco inseguridad”. El lote del parque estaba destinado para la iglesia católica, sin embargo, por la cercanía con la iglesia del Garcés y por no profesar el credo católico, la Junta de la época priorizó en el sitio asignado la construcción del salón comunal. Se levantaron las bases y se enterraron las varillas, pero una noche se las robaron y les tocó arrancar de ceros la construcción. Fue así como se “llevaron” la parroquia para el borde del humedal Jaboque, desde donde engalana la vista del cuerpo de agua en su tercio medio. En ese tiempo cuando comenzó el barrio, “El Charco” (El Jaboque) tenía poca agua y las personas lo atravesaban para ir a los barrios de enfrente. Con el tiempo, la empresa de acueducto empezó a limpiarlo, a sembrarle arbolitos y a canalizarlo. Así lo dragaron, lo pavimentaron y posteriormente lo adoquinaron.
El parque de las parabólicas
El salón comunal inició con una casa prefabricada y encima tenía unas antenas que, según registros, oficiaba como repetidora de la Asociación de telecomunicaciones Tele 10. Allí llegaban los vecinos a pagar el servicio de televisión por cable. Por ello, fue bautizado como “El parque de las parabólicas”.
Rellenaron el Jaboque
Rubén Forero Mariño, afirma que la hacienda incluía los predios alrededor del Jaboque y era de los señores Cuervo. “Ellos tenían famas y de aquí sacaban las reses para vender la carne y extraían la leche que distribuían alrededor”. En el parque había una caseta de vigilancia para cuidar los lotes. Nosotros le recomendábamos nuestra construcción al señor, para que no se fueran a robar los materiales de noche. El parque lo querían invadir para lotearlo también. En esa época al humedal llegaba hasta la carrera 108 aproximadamente y lo rellenaban con escombros que salían de las construcciones de sectores cercanos, así fue reducido su cuerpo de agua. Yo compré mi lote hace 24 años, cuando la avenida 72 llegaba hasta la Cali y de allá nos tocaba venirnos a pie. Para salir, íbamos a tomar el bus en el Garcés Navas o en la avenida 63, cerca al aeropuerto, esperábamos los buses que salían de Engativá. Cuando llovía, era terrible porque no habia pavimentación. Nos ha tocado luchar para poder tener el barrio así de bonito.
Bosques de Mariana, tranquilo y acogedor
En diálogo con El Hormiguero María Consolata Ramírez Méndez, de 68 años y oriunda de Florencia -Caquetá, narró cómo empezó a construir su historia lejos de su tierra en un barrio ubicado al noroccidente de Bogotá.
¿Hace
cuánto vive en el barrio?
Yo llegué al barrio Bosques de Mariana el 10 febrero de 1995, es decir, llevo 27 años en el barrio, recuerdo que las calles eran solas y destapadas, había lotes baldíos junto a casas en construcción. El humedal Jaboque estaba abandonado, no había alcantarillado, ni rutas de transporte, las busetas me dejaban lejos porque las trochas y el barrial obstaculizaban el paso, ahí comenzaba mi travesía y la de muchos vecinos que salían a trabajar todos los días, en mi caso trabajaba como auxiliar de enfermería hasta altas horas de la noche.
¿Cómo
empezaron a buscar soluciones a las problemáticas?
La junta de acción comunal de esa época era muy trabajadora y buscaba soluciones frente a las problemáticas de la comunidad. Agilizaron la apertura de huecos para el alcantarillado, invirtieron en el mejoramiento de las canchas y en arreglar la iglesia católica Santa María Virgen que era solo tejas y bancas en cemento alrededor del pasto. Además, en el parque de las parabólicas se construyó el salón comunal, donde los adultos mayores tenemos un espacio de esparcimiento.
¿Qué
obras sociales hicieron?
Con el padre Juan Enrique y un grupo de vecinos nos encargamos de remodelar la iglesia, gracias a la ayuda de donaciones y rifas. Además, en el parque de las parabólicas se construyó el salón comunal. Los integrantes de la junta, poco a poco mandaron a arreglar las calles, inauguraron rutas de transporte público como busetas Copenal, Universal, buses blancos y Confort.
¿Qué
extraña de ese tiempo?
Lo que más extraño es la seguridad, antes se salía de la casa sin miedo y ahora toca estar muy atenta ante cualquier suceso. El barrio no es inseguro todo el tiempo, pero en comparación a esa época hace falta tranquilidad. Afortunadamente, la tecnología ha avanzado y contamos con cámaras de seguridad, también hay unión y solidaridad entre vecinos para apoyarnos.
¿Qué
ha cambiado en el barrio?
Cuando llegué el comercio era escaso y no había famas cerquita, tocaba caminar muchas cuadras hasta encontrar. En la actualidad, hay más supermercados, farmacias y paraderos de buses cerca, uno encuentra en este barrio todo lo que necesite.
Un barrio con calidad humana
Por su parte, María Ligia Leuro, resalta la calidad humana de sus vecinos y hace un llamado a las entidades distritales para que ayuden a buscar soluciones a las problemáticas ambientales y de infraestructura que tiene el barrio.
¿Hace
cuánto vive en el barrio?
Vivo hace más de 15 años en Bosques de Mariana, doy fe de la calidad humana de los vecinos y la unión que existe entre todos.
¿Es
un lugar tranquilo?
Sí, es sano y muy tranquilo, hay
inseguridad como en toda la ciudad y todo el país, pero nunca he sido víctima
de ningún tipo de robo. Salgo de mi casa y cuando regreso encuentro todas mis
pertenencias.
El barrio ha cambiado para bien en varios factores. Sin embargo, considero importante que arreglen las vías, puesto que muchas calles tienen huecos y se han registrado accidentes. Hago un llamado a las entidades distritales para que nos ayuden a buscar soluciones a las problemáticas ambientales y de infraestructura que tiene el barrio. Y a los habitantes de la zona que tienen mascotas que por favor recojan las heces en los parques, porque el cuidado empieza desde casa y es fundamental tener sentido de pertenencia por lo que nos rodea.
¿Hay
espacios para los adultos mayores en el sector?
Sí, en el salón comunal que fue
construido hace mucho tiempo. Es
divertido poder compartir anécdotas, jugar, entretenernos y hacer algo
diferente. Agradezco por este espacio tan bonito, es un ambiente de risas,
felicidad, chistes y especialmente de mucho aprendizaje.