Este es el panorama del barrio Mirador II afectado por la desorganización institucional en torno al tema de la ampliación de la avenida Mutis y por la desidia del aeropuerto El Dorado. |
Centenares
de familias conviven con el abandono entre botaderos de basura, roedores,
habitantes de calle y delincuencia, gracias a la desorganización institucional
en el proceso de ampliación de la avenida José Celestino Mutis.
Como si
fuera poco, la constante nube de polvo emanada por obras del aeropuerto les
obliga a permanecer con telas húmedas debajo de sus puertas para proteger a sus
niños y personas mayores de la contaminación.
Como si hubiera
habido una cruenta guerra o un atroz terremoto, se encuentran las casas del
barrio Mirador en el occidente de Engativá. Aquel barrio que vio crecer por más
de 30 años varias generaciones y que en otrora fue punto turístico por permitir
el avistamiento de decolajes y aterrizajes de las más sofisticadas aeronaves de
la época, hoy es un campo desolado, arruinado, de temerosos escombros y
continuas visitas de inescrupulosos que convirtieron sus calles en botadero de
desechos orgánicos.
Lo
anterior, gracias a la construcción de la continuación de la avenida José
Celestino Mutis, que destaponará un importante sector de la ciudad y
beneficiará la movilización del libre comercio gestado en los alrededores del
aeropuerto. Este barrio debe desaparecer para dar paso a la gran vía.
El
desarrollo es inevitable y bienvenido, pero lo inadmisible es que se haga a
costa del sufrimiento y el abandono de la gente, que para colmo resultan ser
siempre los más humildes y vulnerables.
Leyla
Aldana Pedraza, habitante de barrio Mirador II, lo evidencia al afirmar que “el barrio está lleno de ladrones e indigencia,
hay basuras, la gente se ha ido y ha dejado las mascotas solas, que terminan
muriéndose de hambre. Han venido camionetas a botar pescado en descomposición,
los animales se lo comen y se mueren, tenemos una problemática ambiental y
sanitaria terrible y pedimos ayuda urgente de las entidades, las organizaciones
ambientales y la policía”.
Pero al
parecer, nadie los escucha. Sabemos que el interés general prima sobre el
particular, pero también sabemos que las entidades involucradas –IDU,
Secretaría de Ambiente, Personería, empresas de servicios públicos, Iglesia,
Policía, Alcaldía Local, etc- deben trabajar articuladamente para ocasionar el
menor daño posible a las familias que no escogieron esta situación y hoy pagan
un alto costo económico, moral, psicológico, físico y mental.
“Desde que llegó la notificación del IDU, la
negociación se demoró cerca de un año pues inicialmente no queríamos negociar
porque nos pagaron muy mal. Con la plata que nos dan no nos alcanza para una
casa de las mismas condiciones y nos ha tocado endeudarnos en los bancos para
poder comprar una casita más pequeña y sin acabados como la que tenemos. Nos
pagaron sólo el terreno, sin tener en cuenta las construcciones, ni los
acabados, ni las afectaciones psicológicas por dejar tirados todos los
esfuerzos de vida”, advierten otros vecinos del sector.
El
proceso ha sido muy lento y deshumanizado. La mayoría de los predios ya están
desocupados, los vecinos se han ido pero han pasado cuatro meses y las casas siguen
abandonadas. Tan pronto las desocupan, llegan habitantes de la calle a
desvalijarlas, a convertirlas en baños públicos y hasta en dormideros. Se
agreden por lo que hay. Ya hubo dos muertos, el último puñaleado sin piedad.
El IDU aún
no recibe las casas porque faltan los paz y salvos de las empresas de servicios
públicos: acueducto, gas y codensa. Quienes a su vez, manifiestan que el
proceso se demora porque hay un listado de más de 200 personas por delante. Y
así pasan largos días y muchos meses, para los que aún no han logrado la
negociación o no han conseguido para dónde irse y deben permanecer allí,
viviendo entre la basura, los ladrones, las plagas y la desolación. “Nos conmueve saber que tan pronto nos
vayamos, van a llegar los indigentes a apoderarse de nuestra casa, que ha sido
cuidada por tantos años. Todo por la negligencia y la ausencia de planeación de
las entidades involucradas” afirman los afectados.
El aeropuerto construye sin ninguna mitigación
Como si
lo anterior fuera poco, desde hace más de seis meses el aeropuerto El Dorado,
realiza una obra a pocos metros de la misma comunidad afectada por la
ampliación de la avenida José Celestino Mutis. Dicha obra no cuenta con ningún
procedimiento de mitigación a la contaminación, como si no existieran familias
a su alrededor.
De tal
suerte, que cada vez que sale o llega una aeronave, lo que sucede varias veces
por minuto, una espesa nube de polvo cubre sin consideración a centenares de
personas incluyendo sus autos, enseres, electrodomésticos y demás.
Los
habitantes ya no saben qué hacer ni a quién acudir. Nadie los ayuda, nadie los
visita, nadie los escucha. “Todo está vuelto
nada, estamos aburridos por la neblina de polvo de la obra del aeropuerto, nos
sentimos ahogados, lavamos y al momento toca poner trapos mojados debajo de la
puerta para mitigar el polvo”. “¡De por Dios! que rieguen agua, que
mitiguen el polvo, que visiten la
comunidad y se den cuenta de todo el perjuicio que estamos viviendo por
su causa”, son los clamores desesperados de los barrios Mirador I y II.
Dentro de algunos años,
los dirigentes de turno saldrán en los medios masivos inaugurando las
monumentales obras cuyos motivos son el desarrollo económico del país, para las
que se invirtieron importantes sumas de dinero. Pero nadie sabrá el costo en
lágrimas, angustias, sufrimientos, resentimientos y hasta vidas de humildes
ciudadanos, de esta magna construcción.