El Proyecto Vamos a la Filarmónica de la Orquesta Filarmónica de Bogotá, nació en el año 2013, basado en el modelo educativo de la OFB, que concibe la educación musical como una herramienta de transformación social donde niños, niñas, adolescentes y jóvenes de la ciudad, sus familias y sus entornos, son protagonistas y sujetos de un proceso formativo integral. Se enfoca en estrategias pedagógicas que promueven el desarrollo de habilidades musicales como parte de la formación integral los beneficiarios, siguiendo el enfoque poblacional diferencial y se materializa a través de los Centros Filarmónicos Escolares, los Centros Filarmónicos Locales y Hospitalarios y la Orquesta Filarmónica Prejuvenil. Por su parte, los Centros Filarmónicos Escolares funcionan en alianza con la Secretaría de Educación Distrital (SED) en 38 Instituciones Educativas del Distrito, de los cuales dos se encuentran en la localidad de Engativá: en el IED Magdalena Ortega de Nariño y el Instituto Técnico Industrial Laureano Gómez.
En el Laureano Gómez el proyecto forma cerca de 650 estudiantes cada año en contra jornada, es decir que los estudiantes de la mañana reciben la formación musical en horas de la tarde, luego de sus clases académicas y los de la jornada tarde las reciben en horas de la mañana. Los niños tienen su primer acercamiento al proyecto con iniciación musical en coro cuando cursan segundo grado, ya en grado tercero escogen si continúan en el coro selección o pasan al área sinfónica, donde eligen el instrumento que los acompañará en toda la primaria y, en ocasiones, para toda la vida.
Beneficios
de la formación musical
De acuerdo con la maestra Dianys Adriana
Trujillo González, artista formadora principal del programa Centro Filarmónico
Escolar en el Instituto Técnico Laureano Gómez, el programa complementa la educación
académica con la educación artística, de tal manera que los estudiantes reciben
una educación integral. “Partimos de que la formación artística es una
actividad interdisciplinaria cuyas experiencias vivenciales complementan la
formación académica. Por ejemplo, en las clases de filarmónica viven las matemáticas
cuando tienen que calcular cuántas notas caben dentro de un compás, teniendo en
cuenta que hay notas que tienen más duración que otras y a la vez deben
tocarlas. También aprenden a conocer su cuerpo, adquieren la disciplina del
trabajo autónomo y del trabajo en equipo y en la parte procedimental aprenden a
armar y desarmar un instrumento”.
Y así mismo, se ha descubierto que el
estudio de la música despierta en el cerebro la inteligencia musical que
influye en las otras inteligencias del ser humano, estudiadas por el científico
Howard Gardner, como son la inteligencia matemática, lingüística, visoespacial,
corporal cinestésica, naturalista, intrapersonal e interpersonal.
En la etapa de iniciación los más
pequeños reciben formación en seguimiento de instrucciones, prácticas de
autocontrol, disciplina musical, lectura de partituras y aprenden a reconocer
su voz como primer instrumento. Diana María Canchila Corredor es la artista
encargada de guiar este primer encuentro de los alumnos con el mundo musical.
“Hay un pequeño rigor musical, pero lo hacemos todo desde la lúdica a través de
juegos, para que sea más atractivo y se enamoren de la música. Algunos llegan
con problemas de postura y a veces están muy desconectados de sí mismos, luego
son más conscientes de su cuerpo y aprenden a controlarlo, ese aprendizaje es
para toda la vida”, revela la maestra.
Quienes optan por continuar en el coro,
deben pasar por un proceso que incluye audiciones y evaluación de sus
cualidades vocales para escoger 70 niños que conforman el Coro Selección. En
esta nueva etapa el trabajo es más técnico y profundo. El Coro Selección está
dirigido por la maestra Paula Fajardo Camargo, quien nos explicó que la
Orquesta Filarmónica de Bogotá ofrece oportunidades a los alumnos en sus
agrupaciones corales. “Una es el semillero coral conformado por las mejores voces
de todos los colegios que hacen parte del programa, para niños entre 8 y 10
años. También está el Coro Filarmónico Infantil, a donde van los más
grandecitos que ya cantan con buena técnica vocal y si desean continuar, se perfilan
para los coros juveniles. Además, está el Coro de Voces Cambiantes, conformado
por niños adolescentes que están viviendo el cambio de su voz”.
Los cambios en los niños son evidentes
desde el primer encuentro con el mundo musical. A la maestra Paula Fajardo
Camargo le resulta emocionante ver dichos cambios durante el año escolar. “Por
ejemplo, explica, un niño que entra desordenado o inquieto, a través de las
clases se va transformando y a través de los conciertos va transformando a su
familia, que al ver estos procesos se compromete aún más con el programa”. Sin
duda, lo que más emociona a los niños del proyecto Vamos a la Filarmónica son
las presentaciones en los conciertos y por ello estudian, se preparan y se
exigen con disciplina.
“A veces encontramos niños con momentos
muy tensos en su vida familiar, pero cuando pasan al ambiente musical se
liberan muchísimo y logran entender que no todo es difícil, que en la vida hay otras
cosas que pueden disfrutar como jugar o cantar y eso lo está haciendo acá con
nosotros dentro del Centro Filarmónico Escolar”, revela la maestra Fajardo. Para
la maestra Diana María Canchila Corredor, lo más gratificante del proyecto es
ver que la música ayuda a validar a los niños. “Hay niños que, de pronto, por
sus situaciones en casa no tienen la oportunidad de ser parte de un grupo, ni
de reconocer la importancia de su trabajo o de sentir que son necesarios. La
música es un medio que ayuda a los niños a cambiar y eso es un gran beneficio
social”.
Semillero de músicos con talla internacional
Cuando los estudiantes pasan a
secundaria y manifiestan el deseo de continuar con el programa, los artistas
formadores saben que ese niño seguramente a futuro va a seguir la carrera
musical. “Hay algunos estudiantes que se mantienen en filarmónica a pesar del enfoque
técnico que deben seguir en bachillerato y eso es algo difícil porque deben
cumplir en contra jornada con la parte técnica que les exige el colegio, pero
los que realmente quedan enamorados del instrumento continúan pese a cualquier
cosa”, explicó Dianys Adriana Trujillo González.
En estos casos a los estudiantes se les
abren muchas puertas, ya que además de graduarse con la formación técnica, salen
del colegio con un avanzado proceso de formación musical. “cuando vemos que el
estudiante tiene ya ese proceso lo invitamos a participar en agrupaciones como
la orquesta filarmónica infantil, la banda filarmónica infantil o el coro
filarmónico infantil, mientras sea alumno del colegio. Después, cuando se
gradúan, les hacemos seguimiento para que logren pertenecer a la prejuvenil,
que es la orquesta semiprofesional de la Filarmónica de Bogotá y después a la
juvenil”. En esta etapa, algunos hacen básicos en las universidades y de ahí
encaminan su carrera musical profesional. Actualmente, en el Laureano Gómez,
más de 80 estudiantes de bachillerato han continuado su formación musical.