![]() |
“Curar una herida física, curar la primera decepción, curar el alma, curar el dolor de todo nuestro cuerpo… por todo lo anterior. La música un espacio del más allá, un ensueño que abriga, que acoge, que no engaña, que es suave como el viento, pero fuerte como un huracán. Es así como esas bellas melodías pueden sanar nuestra alma”.
Así lo siente Nicolás Iriarte González alias “BLASFEMO”
este joven de 17 años pianista y rapero de la localidad de Kennedy, músico
desde hace 5 años y medio; aunque desde pequeño siempre a sus padres les pidió
de regalo para navidad un micrófono y guitarras para poder expresar sus
sentimientos, ideas y sus gustos musicales. Su añoranza más ferviente era tener
un teclado, tras un día de compras en la víspera de navidad, su madre y abuela
le regalaron lo que tanto su corazón pedía.
Desde entonces, sus pensamientos se hicieron más claros, entre sus libros, el conocimiento empírico de lo social, lo político, lo económico y su vida marcada de fantasmas, pudo expresar lo que para él era difícil de sacar de su mente y de su corazón. Igualmente, la música le permitió servir de intermediario entre esos sentires de muchos colombianos que viven esa realidad día a día, expresar su inconformidad en un mundo no doliente por los jóvenes, porque los juzga por su vestir, por su estilo de vida, por querer salir adelante, por no protegerlos cuando eran niños y niñas, por no proteger a las mujeres a los ancianos y las personas con discapacidad.
Cantar para no callar
Su música no solo sirve para la reflexión, también ha sido de sanación para su propio espíritu: “Siendo un pirobo lúgubre y pobre, depresión maquillada, sonriente mi físico lo esconde. La muerte de mis amigos el que no se pare, no es HOMBRE. Ahora mi inquietud es el dónde; donde quedó la guía para ser hombre. Nos miran como ratas, pero no saben nuestro nombre” (rap de blasfemo). Con el anhelo de estudiar música en universidad pública, Blasfemo, quiere que la sociedad escuche, aprenda, tolere y respete las diferencias, la diversidad, sin ser prejuzgados “en un mundo lleno de religiosos hipócritas, políticos corruptos, y una falta de humanidad en todos los aspectos con jóvenes, niños y niñas de la localidad, la ciudad y el país”.
Sus padres, sus bases fundamentales en este trasegar
musical, le enseñaron desde pequeño a ser empático, a aliviar, pero no a
callar:
“soy el relato que
“olvidaste” escuchar juez…, el niño perdido, la niña violada, la madre
golpeada, la abuela abandonada, los casos perdidos que nunca procedieron,
porque decidiste que era mejor el DINERO” (money, money: Blasfemo).